Si hablamos de sonido humano, la idea de una antena equivale a
ajustar la sintonía, la percepción. Para que la producción de nuestro sonido no
sea como la “lluvia” y las rayitas de la televisión, la clave será bajar al
cuerpo toda la información necesaria y asimilarla.
La experimentación abre las puertas de la percepción. Al cantar
aplicaremos los códigos que hemos revelado.
¿Dónde venden esas antenas? Aunque parezca extraño, todos tenemos
una incorporada pero no siempre la tenemos conectada al cuerpo (¡o al universo
de la música!).
El primer punto es entender qué cosas debemos percibir. Las
verdaderas dificultades no son cómo respirar o recordar los músculos, sino
costumbres o pensamientos ocultos que nos impiden tener un buen desempeño.
Revisando esa lógica espontánea que nos complica, la
experimentación derrotará a las creencias. Al comprobar los resultados veremos
que aquello que nos perturbaba no era más que una interferencia en la
señal. La imagen se hará nítida y clara,
y disfrutaremos de la película. Todo gracias a desempolvar la antena que
teníamos arrumbada en el altillo.
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