lunes, 8 de mayo de 2017

Aprender “emparchando”


Para muchos aprender a cantar es practicar lo que a cada uno “le sale solo” y tomar cada tanto alguna clase o curso corto para “perfeccionarse”. A otros les resulta lógico llamar “aprendizaje del canto” a saltar de profesor en profesor, buscando en cada uno la solución a los distintos problemas que se van presentando.

También, muchos estudiantes  suelen dejar de lado la construcción de un buen instrumento (una buena voz) en pos de resultados efectistas y un conveniente énfasis en la interpretación.

Muchos profesores, además, no sabrían cómo solucionar problemas de base, como una voz fea, un registro corto o una afinación defectuosa, sin entrar en cosas más serias, como mejorar una patología vocal o, al menos, no ayudar a provocarla. Y muchos también atribuyen la eternización de los defectos vocales a la falta de condiciones o talento del alumno.

Por un lado esto debe tener que ver con nuestra idiosincrasia: “lo atamos con alambre”. Por otro, con la búsqueda del resultado instantáneo. Entonces, si no me sale al primer intento, “no tengo condiciones”,  “el canto es innato” y frases por el estilo. Y también está, hay que decirlo, la escasa capacidad autocrítica de muchos. De ahí la creencia de que no tenemos problemas con la voz: nuestra voz es así y necesitamos que alguien nos ayude a mejorar lo que “hacemos bárbaro” (creencia necesaria para “sentirnos bárbaros” con lo que estamos haciendo, otro ejemplo de búsqueda de resultado instantáneo y baja tolerancia a la frustración, dos características que son absolutamente incompatibles con el aprendizaje de un arte o una disciplina).

Es verdad que otros modelos no ayudan: muchos de los ídolos actuales tienen sus voces arruinadas y tratan sus patologías con liviandad pasmosa. Dejan de cantar un tiempo, hasta recuperar el mínimo indispensable de sonido para ser captados por el micrófono. Cuando este parche deja de funcionar pasan por una cirugía tras otra como si esto fuera lo normal. En este caso el punto sería, más que la ignorancia, el miedo a que una reeducación cambie tanto el sonido resultante que se termine perdiendo el “sello distintivo” del cantante, y con él, parte de la facturación.

Todos estos son ejemplos de parches, pseudosoluciones que sólo se justifican si uno no ve el problema, cree que no existe solución o no puede justificar el esfuerzo de hacer las cosas bien.

Por eso, para nosotros, una buena técnica, coherente, que lleve a todos nuestros alumnos a tener una buena voz no es negociable. Y por eso continuamos con ese énfasis, a pesar de las modas, a pesar de las “visiones de negocio”, a pesar de que a veces los mismos alumnos quieran saltear etapas. Porque la técnica cuida, sana, suma posibilidades y nos permite acceder a nuestra esencia. Y porque sabiendo la importancia que tiene no podemos mirar para otro lado.

Los parches que nos gustan son para los cubrecamas.

viernes, 14 de abril de 2017

¿Por qué hay gente muy afinada pero con sonido feo?

Porque quizás llegar a la nota que tienen que cantar sea tan importante que inconscientemente van a hacer lo que sea para lograrlo, aun si con eso generan un sonido feo, aprietan la garganta o hacen uso de cualquier otra “muleta técnica”.

Muchos estudiantes y cantantes profesionales tienen este problema: están acostumbrados a cantar afinando con determinadas “posiciones” de la garanta, por lo cual no les resulta sencillo relajarla. Cuando lo hacen, lo primero que notan es que la afinación se descontrola y esto los hace volver a apretar, por las dudas.


Si dejamos que la garganta se relaje, entonces el cuerpo es el que va a suplir el esfuerzo para llegar a la nota. Probablemente, si los músculos encargados de sostener e impulsar el sonido no están lo suficientemente tonificados, la nota salga desafinada. Para muchos esto es un inconveniente grave, pues no pueden nunca lograr desarticular las tensiones de la laringe al estar tan pendientes de una afinación precisa. La contracara es que a la larga, esta afinación va a dejar de ser precisa porque la laringe no está preparada para afinar de forma perfecta. Y aun si se encargara de forma exclusiva de la afinación, al sonido le faltarían las resonancias para que el resultado sea completamente afinado.

Por eso, en esos casos es preferible hacer un esfuerzo por dejar de lado la obsesión por un momento y concentrarse en entrenarse para que el cuerpo sea el que afine, y no la garganta. El resultado será un sonido mejor afinado, y más bello.

¿Qué canción le queda bien a mi voz?

Es muy común cantar una canción con la radio a todo volumen junto a nuestra/o cantante favorita/o y notar que ciertas partes de la canción “nos quedan” muy agudas o muy graves. ¡Sí, es común! No por esa razón el cantante es mejor que yo, ni tiene condiciones especiales… simplemente puede deberse a que tiene un instrumento distinto que yo. Como si quisiera lograr el sonido del violín con un contrabajo: ¡imposible! Sí puede ocurrir que haya notas que nuestro cantante alcanza y uno todavía no, pero debido a no estar lo suficientemente entrenados para llegar. Pero volvemos a descartar las condiciones supranaturales o semi-divinas para el canto. En ese caso es sólo cuestión de entrenarse.

Ahora bien, ¿qué canción le queda bien a mi voz? ¿Puedo cantar cualquier cosa, no importa qué tan aguda o grave sea? Como puede escucharse habitualmente de boca de un principiante –pero no de forma correcta–, ¿cómo sé cuál es mi tono?


Pues bien, así como el contrabajo puede abarcar determinada cantidad de notas, el cello otras, la viola otras más y el violín las suyas, yo tengo una cantidad de notas que puedo abarcar dependiendo de mi tipo de voz. Aun sin haber entrenado ni cantado nunca, tengo un tipo de voz: seré contralto, mezzosoprano o soprano si soy mujer, y bajo, barítono o tenor si soy hombre (ordenadas en cada caso de más grave a más aguda).

En el canto popular –es decir, todo lo que no es lírico– yo podré adaptar las canciones de forma tal que me queden bien. Con la adecuada guía docente podré encontrar la “zona” en la que estoy más cómodo según el nivel de entrenamiento en el que me encuentre, sin dañarme ni forzar la laringe. En el canto lírico esto no es posible salvo en una muy limitada cantidad de casos (por ejemplo, arias de estudio para principiantes), porque el compositor quiso que la obra fuera cantada por un determinado tipo de voz, generalmente pensando en el personaje de la ópera y en sus necesidades expresivas.

La solución está, primero, en conocer mi tipo de voz. Esto muchas veces se nota desde un principio (un hombre que locuta con una voz súper grave probablemente no sea tenor) pero en una enorme mayoría de casos requiere la paciencia de tomar las primeras clases de canto, para saber en qué rango de notas me siento más cómodo y si esta comodidad es saludable o se debe a un mal hábito postural, vocal, etc.

Por lo tanto, si toda la vida me dijeron que tengo una voz muy aguda o chillona o si por el contrario, siempre me han comentado que hablo muy grave, es cuestión de ponerme a prueba con la cabeza abierta y las ganas de aprender dispuestas. Esto puede ser cierto, sí, pero puede ser que mi “tono” sea sólo una deformación que me aleja de mi verdadero potencial sonoro.

sábado, 25 de febrero de 2017

Voz hablada vs. voz cantada

¿Es apropiado decir "versus"? ¿Son la voz cantada y la hablada tan diferentes?

En el mundo del canto y, podríamos decir, de la locución, el doblaje, etc., muchos creen encontrar en la voz hablada diferencias sustanciales respecto de la cantada. Como si hubiera que hacer algo distinto con el cuerpo (o con la garganta) para cambiar de una a la otra.

¿Es esto tan así?

Pues no. Si consideramos al cuerpo humano como un instrumento musical, es el mismo instrumento el que canta y el que habla. De hecho, cuando hablamos estamos emitiendo la voz en una altura determinada (es decir, podemos hablar un fa, un sol o un re) sin darnos cuenta de la afinación y por supuesto, sin la intención de afinar notas específicas (lo que sí ocurre al cantar). Si el lector lee estas palabras en voz alta, es imposible que no cante alguna nota en particular.

Cuando cantamos también emitimos notas, pero lo hacemos de manera específica y puntual: voluntariamente afinamos donde la canción o el acompañamiento nos piden. Claro está que cantar es más difícil, porque tendremos saltos (las notas no estarán tan cercanas las unas de las otras), se nos requerirá fluidez, ligado, expresividad… Pero en el canto nos podemos dar cuenta más fácilmente de lo grave o aguda que nos “queda” una canción (o sea, si nos exigimos hacia abajo o hacia arriba para afinar).

Por eso, como en el canto, en el habla debiéramos adecuar nuestra emisión a un rango de notas que nos resulten naturales, cómodos y saludables. Y esto se logra con la técnica vocal adecuada. ¿O acaso no queremos hablar de manera fluida, expresiva y sin forzar?


La técnica para hablar y para cantar es la misma. Entonces les decimos a nuestros alumnos: si no tienen tiempo para ponerse a practicar canto, practiquen la técnica en el habla cotidiana. ¡No pueden decir que no tienen tiempo!

7 de formas de saber si tu técnica es buena

Todos queremos mejorar técnicamente. A veces creemos que nuestra técnica está bien pero es nuestra voz la que no responde, como si hubiéramos llegado a un techo.

Una voz con buena técnica tiene sí o sí estas siete características. Si la tuya no las tiene, ¡siempre estás a tiempo de cambiar!

1. Nitidez. Un buen cantante no sólo pronuncia perfecto sino que lo logra sin esfuerzo vocal, y sin hacer caras raras.

2. Potencia. Una voz sana es potente y resistente y sirve para cantar de todo. Si tu voz no suena fuerte tu técnica no está bien.

3. Franqueza. La mejor voz es la que muestra nuestras verdaderas emociones sin imitar ni escondernos en sonidos armados y artificiales.

4. Fluidez. Si se ve esfuerzo en el cuello o en la cara, tu voz no está fluyendo como podría.

5. Equilibrio. Una voz equilibrada es al mismo tiempo cálida y brillante. Los desequilibrios (voz chillona, "finita", apagada, opaca, "demasiado gruesa"...) se solucionan con un buen entrenamiento

6. Belleza. No hay voces feas pero sí voces afeadas. Aprendiendo a cultivarla cualquier voz puede ser hermosa.

7. Flexible y versátil. Graves brillantes, agudos profundos. Y la capacidad de movernos por un registro bien amplio con soltura y seguridad.Una voz que sirve sólo para un estilo no está siendo aprovechada. Una voz bien trabajada funciona para cualquier estilo.